Manifiesto político sobre ecología y cambio climático

El cambio climático es real. La evidencia científica revela cambios en el clima de la Tierra. Gracias al progreso tecnológico y al compromiso internacional evitaremos los escenarios más extremos (por ejemplo, el aumento de las temperaturas medias en 5º o más durante este siglo). Pero es probable que sin esfuerzos adicionales las temperaturas aumenten de modo gradual pero constante, reduciendo nuestra competitividad, mermando el bienestar acumulado en Occidente en los últimos dos siglos y causando un daño irreparable a las economías de los países más desfavorecidos.

Para enfrentar con éxito el desafío es necesario un diagnóstico exclusivamente científico y un planteamiento honesto. Y descartar, por equivocadas y por interesadas, tanto las posiciones que niegan el problema como las que anuncian un apocalipsis inminente.

Madrid y España tienen que prepararse para el clima del futuro, que previsiblemente traerá consigo un aumento de la desertificación, la reducción de recursos hídricos y una mayor frecuencia de olas de calor. Por eso es imprescindible movilizar recursos que nos permitan adaptarnos al mismo tiempo que aplicamos una política de descarbonización ordenada y sensata que evite los peores escenarios.

La izquierda y diferentes lobbies internacionales están usando los peores escenarios para infundir el miedo en la opinión pública de manera irresponsable. Porque el discurso apocalíptico de una Humanidad al borde de la extinción es un discurso irresponsable y contraproducente. Irresponsable porque ignora todos los avances logrados hasta la fecha. Y contraproducente porque, lejos de concienciar a la sociedad, alimenta el escepticismo.

La legítima y necesaria preocupación por la ecología no puede servir de excusa para intervenir la economía o para establecer un control asfixiante sobre la vida de los ciudadanos. El cambio climático es un reto conjunto, no una oportunidad para resucitar viejos discursos liberticidas disfrazados de nuevo ecologismo. Por eso es necesario desenmascarar el discurso tendencioso y sentimentalista que presenta al ser humano como un depredador y una suerte de virus a erradicar.

Es necesario un discurso ecológico alternativo, basado en la razón y la verdad. Un discurso que se inspira en el humanismo del pensamiento liberal-conservador y que desde su origen asume como seña de identidad la preservación de la naturaleza como legado entre generaciones.

Por eso, frente al totalitarismo verde que promueve cierres, impuestos y prohibiciones, nosotros hacemos una defensa cerrada de la aspiración humana de prosperar en libertad. Los incentivos positivos, la ciencia y el pragmatismo económico son las herramientas más eficaces para combatir el actual desafío.

El cambio climático es, en esencia, un desafío tecnológico y económico. Reconocer este hecho es necesario para alcanzar cualquier solución efectiva. Ha sido precisamente el desarrollo tecnológico y la gestión económica responsable lo que en las últimas décadas ha permitido reducir las emisiones en 20 de las principales economías mundiales (incluyendo España) sin renunciar al crecimiento económico.


Por lo tanto, frente a los partidarios del empobrecimiento material como estrategia (el llamado decrecentismo), nuestra receta es más empresas, más innovación y consumos cada vez más eficientes en un mercado libre.

El papel de las administraciones públicas es clave. Pero no para para intervenir el mercado sino para incentivarlo. Para facilitar al máximo la oferta de alternativas de bajas emisiones viables y atractivas. Así se ha logrado que muchos de los bienes y servicios verdes ya sean más rentables que sus alternativas contaminantes. Pero aún quedan muchas áreas en la industria, la agricultura o el transporte donde faltan soluciones ecológicas. Para seguir avanzando será necesario atraer inversión, eliminar trabas, apoyar proyectos estratégicos y desarrollar el capital humano de nuestro país.

El compromiso medioambiental debe estar cada vez más presente en la sociedad civil, pero también en cada empresa, comercio o ayuntamiento. Ahora más que nunca la administración pública y el sector privado deben ir de la mano. Ninguna decisión importante debería tomarse al margen de su efecto medioambiental.

La transición tecnológica ya se está produciendo y tiene importantes derivadas geopolíticas. Gobiernos y empresas en todo el mundo ya se están posicionando para asegurar recursos, desarrollar industrias y acceder a mercados. Es una oportunidad que no podemos dejar pasar.

Nuestro país cuenta con talento en disciplinas técnicas, abundancia de recursos renovables, acceso a fuentes de materias primas, un ecosistema de empresas punteras y un potente mix energético que se puede y se debe aprovechar en su totalidad.

La Comunidad de Madrid, que acumula 3 de cada 4 euros de la inversión internacional en España, tiene ante sí una oportunidad que es más bien una responsabilidad: atraer inversión y proyectos para constituirse en un polo de referencia mundial en materia de transición energética. El modelo autonómico ofrece un amplio margen para la innovación
regulatoria que Madrid debe aprovechar para este fin.

De manera simultánea a lo anterior, la región debería proveerse de un centro de excelencia educativa que, en colaboración con la empresa, provea al mercado del personal mejor cualificado en materia de transición energética. En definitiva, crear un ecosistema que ponga a la Comunidad de Madrid a la vanguardia de la economía del futuro.

España en su conjunto puede convertirse en un líder de crecimiento verde, como centro financiero y exportador de tecnología y soluciones climáticas para todo el continente americano y el Mediterráneo.

El ser humano ha demostrado una y otra vez a lo largo de la historia su extraordinaria capacidad creativa y de adaptación. Y esta vez no debe ser diferente.

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